Cada día en Guayaquil es una lucha por sobrevivir,
la dura tarea comienza cuando hay necesidad de tomar un bus del servicio
público para movilizarse al trabajo o a cualquier otro lugar de la ciudad.
El que tiene que tomar un bus para ir a su
trabajo espera que sea su día de suerte y no lo asalten, será por optimista,
espera demasiado o ya le han robado en más de una ocasión. Debe viajar en zozobra, cuidando bien sus
pertenencias, el menor de los peligros es el arranchador que con gran habilidad
sacará la billetera del bolsillo o el celular de la cartera de la distraída víctima.
Luego tendrá que soportar al malandrín disfrazado de caramelero que tratará de
intimidar a todos los pasajeros para que a la fuerza y aunque no tengan la
intención le compren las no deseadas
golosinas.
Si ha tenido la suerte de esquivar los dos
primeros retos del día, ahora deberá estar atento a las caras de cada pasajero
que sube, su experiencia le ayudará a reconocer a los delincuentes que lo
dejaron sin nada en ocasiones anteriores, con suerte reaccionará a tiempo y se
bajara antes de que empiece la colecta, sino le jugará otra vez el número y
chao quincena o celular.
Todo esto sumado al ya tradicional trato de
los choferes profesionales. Para recoger
al pasajero se cambiaran del carril izquierdo por el cual circulan, al derecho,
en solo fracciones de segundo, no
importa a quien le atraviesen el bus.
Correrán como en autopista, en los pare no paran, en los ceda el paso
ellos entienden acelere y pase usted primero, los semáforos son opcionales, si
va bien con el tiempo y no tiene otro bus en el mismo recorrido que le gane los
pasajeros, se detiene, de lo contrario pasará
sin importar nada. Todo esto
amenizado con el estridente sonido de las estaciones de radio más ruidosas de la
ciudad, que para deleite de todos los pasajeros programan a la hora de salida
del trabajo la vulgaridad y el escándalo en su máxima expresión.
Como si todo esto no fuera suficiente puede
que al profesional del volante, confiado en su sobrenatural destreza para conducir
vehículos, se le duerma el diablo y acabe con la vida de algún cristiano, y
como le enseñaron en su época de aprendiz de transportista, agarra el dinero y
sal corriendo sin ver atrás. Con
énfasis en “agarra el dinero”, porque si te atrapan, te entregan al vigilante y
si no tienes dinero te vas a la cárcel.
Guayaquil en su incansable espíritu
progresista hace tres años cuenta con el sistema de transporte Metrovía,
controlado por el Municipio de la ciudad, que ha sabido combatir todos estos
males, delincuencia, vulgaridad, escándalo, negligencia, carameleros y choferes
mal educados; todavía le queda algo de incomodidad y los arranchadores, pero es
la mejor opción de transporte hoy en día, bienvenida Matrovía.