viernes, 31 de agosto de 2012

Pensé que el negocio de asfaltar calles y carreteas no terminaría nunca.



Estaba ya en bachillerato cuando estudiando economía por un lado e historia universal por otro, en algún momento llegue en la enciclopedia Monitor de Salvat Editores a las páginas de la gran depresión en los Estados Unidos, aunque ya había leído sobre el tema en otras ocasiones, no había notado la gran importancia del sistema vial en el desarrollo de los Estados Unidos, a finales de los años treinta empezó el diseño de un sistema de super autopistas, su construcción fue autorizada por la Ley de Ayuda Federal de Autopistas de 1956 y promovida por el presidente Dwight Eisenhower, influenciado por sus experiencias como soldado al cruzar Estados Unidos en 1919 y el conocimiento de las autopistas alemanas durante la Segunda Guerra Mundial, que permitían un eficiente y rápido desplazamiento de de tropas y suministros.
Aunque la construcción de la red continúa hoy en día, fue declarada oficialmente acabada en 1991, el costo inicial fue de 25.000 millones de dólares en doce años, pero al final costo 114 .000 millones de dólares y tomó 35 años terminarlo.
Desde ese entonces siempre tuve la inquietud de porque ningún presidente iniciaba un gran proyecto vial para cubrir nuestro pequeño territorio, pensé que era falta de conocimiento de la historia y la economía, que su ignorancia les impedía darse cuenta que una red vial óptima no era un gasto si no una inversión que se paga sola porque genera fuentes de empleo para las clases bajas, redistribuyendo la riqueza, dinamiza la economía al demandar materia prima y aumentar la productividad de las fabricas de cemento y hierro.  Todo esto durante su construcción, una vez terminadas permiten al sector agrícola, industrial y comercial mover con más rapidez mercaderías, llevarlas a lugares más lejanos en menos tiempo, se desarrolla el turismo y se convierte en una nueva fuente de trabajo para las pequeñas ciudades y poblados que están a sus orillas.
El ingenuo fui yo, en 1985 trabajaba en una empresa dedicada a la venta de mini computadores y sistemas informáticos principalmente contables, como analista me tocaba la parte de implementar los sistemas, ponerlos en funcionamiento y capacitar al personal en el manejo de los programas.  Viajé a Quito, me dirigí a la dirección que me enviaron en la avenida 6 de diciembre, el nombre del edificio recién estrenado no lo recuerdo, subí por el ascensor hasta el último piso donde estaban unas lujosas oficinas, todas correspondía a la empresa que hoy en día ya no existe, solo fue creada para un periodo de cuatro años.  Esta empresa se dedicaba a comprarle asfalto a CEPE, la Corporación Estatal Petrolera Ecuatoriana, que más tarde se convertiría en Petroecuador, y lo único que hacía era revendérselo a los municipios y prefecturas, no hacía nada más, no tenían una sola volqueta o tanquero, si un municipio o prefectura requería asfalto los llamaban y ellos enviaban un la orden a CEPE y ella se encargaba con sus volquetas y tanqueros de hacer la entrega.
Quienes eran los accionista de esta mina de oro, el pobrecito hermano del presidente de esa época con todos sus hijos, y otro allegado quiteño con sus respectivos descendientes.  Desde esa época supe que nunca se harían buenas calles y buenas carreteras, no por ignorancia, ni por falta de recursos, simplemente por conveniencia, volver a pavimentar y asfaltar cada año las calles de las ciudades y las carreteras del país era un negocio demasiado grande, yo ya sabía que con cada cambio de gobierno no se haría nada por las carreteras, solo cambiaría el nombre de la empresa revendedora de asfalto y sus accionistas.
Escribo sobre este tema porque este gobierno ha terminado con ese negocio, lo había visto en los enlaces sabatinos al presidente mostrar el estado de las carreteras, el año pasado viajé a Cuenca por la vía Molleturo-Naranjal y la carretera estaba impecable, pero este año viaje Ambato por la vía Pallatanga y decir que uno no encuentra un bache ni buscándolo con lupa, no es una exageración.  Salí de Guayaquil a la 16:30 y llegue a Bucay 18:30, todo el trayecto hasta Ambato, cuatro horas, fueron en la noche, un viaje tranquilo, no falta una sola señal en las curvas y zonas de derrumbe, tubos blancos con franjas rojas reflectivas al borde de todo el camino, barandas de seguridad en cada curva y precipicio, y no solo en la vía principal, también tomé la vía Colta- Alausí y estaba en las misma condiciones, el domingo entre a la reserva faunística del Chimborazo y llegue a la vía Guaranda-Ambato, ambos en las mismas condiciones de la vía principal.
A ninguno de los otros se les ocurrió o si se les ocurrió no les convenía, o porque no le dedicaron el tiempo necesario para gobernar, o porque no tuvieron la inteligencia ni el valor de hacerlo, llámese Jaime, Oswaldo, León, Rodrigo, Sixto, Abdalá, Fabián, Jamil, Gustavo, Lucio o Alfredo.